miércoles, 20 de febrero de 2013

Aventuras en la mina I: en busca del diamante perdido

Buenos días, ovejosos jugones. 
Hoy vengo a contaros el por qué nunca seré Indiana Jones ni me haré rica traficando con diamantes.

Todo comenzó hace una semana, en el Minecraft. Para quien no lo sepa, una parte bastante importante del juego consiste en excavar y recorrer minas abandonadas y cuevas profundas en busca de minerales y piedras preciosas con las que construir objetos. De esta forma y picando piedra con tesón podremos encontrar carbón, hierro, oro, lapislázuli, diamantes, esmeraldas, etc, teniendo en cuenta que a mayor valor del mineral encontrado, más difícil será dar con él y más profundo habrá que cavar. 

Pues bien, en Villa Rizos necesitábamos diamantes para construirnos armaduras molonas de color turquesa, (soy muy cuqui y yo no puedo llevar puesta cualquier cosa) así que me puse mi gorro de arqueóloga, me hice con un montón de picos, espadas anti zombises, antorchas y cubos de agua por si acaso tuviese que lidiar con lava ardiente y me dispuse a pasar las siguientes horas bajo tierra. Como las campeonas. No hay miedo. No hay dolor. No hay cansancio.

Además debo decir que antes de partir en busca de aventuras subterráneas ya me había yo leído mil webs del interné donde explicaban los lugares más apropiados para encontrar mineral de diamante, a qué profundidad solían estar y cómo hay que cavar exactamente para farmearlos más eficientemente, con lo que llevaba yo una seguridad en mí misma y una ilusión que ni Braveheart.



Dos horas más tarde estaba ya hasta el rizo de excavar. Había hecho un pasillo subterráneo que podría recorrer Cuenca de lado a lado, tenía ya el inventario lleno de pedruscos y carbón, me estaba quedando sin antorchas y no había encontrado ni un solo diamante. Pero ni uno, eh. 

Hastiada, lo comenté por chat. Dije algo así como "los diamantes no existen, son los padres", tras lo cual algunos compañeros de servidor empezaron a descojonarse y a comentarme, ufanos, todos los diamantes que tenían ellos porque su minga es más grande y sabían excavar mejor que yo.

Aquello, lo reconozco, hirió mi orgullo aventutero y me hizo no rendirme todavía. Sacando fuerzas de la adversidad me apañé unas cuantas antorchas más, liberé lastre en el inventario llenando el suelo de la cueva de porquería y abrí un nuevo pasillo entre las rocas. La Rizos no cesará en su empeño, no señor. Porque yo también soy minera. 



Media hora o así más tarde, cuando ya estaba a punto de desfallecer, lo vi. Un resplandor azulado frente a mi chorla me hizo dar un respingo y abrir los ojos como platos:



Diamonds are La Rizos' best friend


Ahí estaban, ante mí, tres menas de mineral de diamante. Surgidas de la nada, cual aparición celestial, hicieron que mi pico volase hasta ellas y que los recolectase con toda la emoción que soy capaz de sentir. Mi Dorado. Mi Tierra Prometida.

No me pude contener y fui rauda y veloz al chat a restregárselo en la cara a los tontos de antes. "Que sepáis que acabo de encontrar tres diamantes, eh. TRES."

Se hizo el silencio. Yo había ganado.
Y por si mi recién adquirida buena suerte fuese poca, al extraer el último diamante me encontré que, justo detrás, había oro. Y detrás de ese oro, esmeraldas. 

WTF. Había encontrado una cueva mágica o algo así, pensé yo.  
Ilusionadísima, volví a comentarlo en el chat. QUE SEPÁIS TODOS QUE HE ENCONTRADO UNA CUEVA MÁGICA REPLETA DE PIEDRAS PRECIOSAS Y QUE NO OS DIRÉ NUNCA DÓNDE ESTÁ.


Lo peor llegó tres segundos después de darle al intro, cuando recordé que las esmeraldas no se encuentran en la zona donde yo estaba. Cuando me di cuenta de que algo iba mal.


Un privado de una administradora del servidor me sacó de dudas, por si ya me sentía lo suficientemente estúpida:

-"Oye, Bea, que no escribas esas cosas en el chat público, que las piedras las he puesto yo ahí para ti, porque me ha dado pena verte tan desesperada y sin encontrar nada en toda la mañana".





Ahora me llaman "Rizosa, la de la cueva mágica". 

Pues qué queréis que os diga. Prefería La Matavacas.






lunes, 18 de febrero de 2013

Vacas y el por qué de este blog.


Hola. Me llaman La Rizos, soy malagueña y me gusta jugar. Jugar a lo que sea: juegos de mesa y tablero, juegos de rol, videojuegos, juegos del hambre, juegos reunidos y sin reunir, jugar al teto, etc.
La cuestión es que hace un par de meses mi pocholo me convenció para probar el Minecraft, asegurando que me gustaría porque a mí me apasiona construir cosas. Y tenía toda la razón, claro. 

Para los que no lo conozcan, el Minecraft es una especie de Lego gigante virtual que mezcla la construcción con la supervivencia. Todo está hecho a base de cubos de colores, y con ellos vas creando el mundo a tu antojo y dejando volar tu creatividad sin par para construir casas, establos, castillos, cabañas, bosques... La peculiaridad del videojuego es que cuando cae la noche aparecen monstruos malvados que te atacan si no tienes un refugio donde guarecerte, así que la primera misión debería ser construirse un hogar (que al principio suele estar constituido por cuatro paredes de tierra y un techo xD) para ya luego ir añadiéndole cosas.

Así que nada, yo me instalé el Minecraft y, tras hacerme con los controles y ver cómo funcionaba todo, me arremangué las lanas y me dispuse a crear.

Horas después tenía algo así, mezcla de Bolsón Cerrado y Casa de la Cascada de Wright:


Pero una casa de campo no es un hogar sin animalitos, así que construí establos y  me fui monte a través en búsqueda de cerdos, vacas y, sobre todo OVEJAS. Tardé un buen rato en meterlos en el redil porque para que los animales te sigan tienes que tentarles con trigo, zanahorias o semillas, pero finalmente conseguí esto:



Y me fui a dormir con la satisfacción del trabajo bien hecho. Soy una gran constructora y algún día hacer casas en Minecraft me dará de comer.


Pues bien, llega la parte chunga de la historia: cuando me levanté por la mañana me encontré todos los establos vacunos vacíos. Ni una vaca. Empty total. 
Cuando ya estaba poniéndome histérica y me disponía a pedirle ayuda a un operador, por si había sido un bug o algo así, me fijé en que tenía un vecino nuevo. Alguien se había hecho una casa justo pegada a la mía en muy pocas horas y, curiosamente, tenía un establo HASTA ARRIBA DE VACAS. 

Lo reconozco, perdí la razón. Estoy mu loca, estoy mu loca y no me paré a pensar: fui hasta su establo y se las maté. Todas, toditas. Menos un bebé de vaca que me miró con ojitos tiernos, pero vaya, que le dejé aquello más pelao que el desierto de Taberna. Las maté porque eran mías y porque si yo no las iba a tener mugiendo en mi casita, nadie más lo haría.


Poco después se conectó el vecino y nos saludó muy amablemente. Sin sospechar aún lo que había pasado, nos contó que horas antes fue testigo de cómo un desalmado me mataba las vacas y huía, ladino. Al comprobar que su establo estaba vacío, llegó a la conclusión de que el mismo señor le había matado sus vacas también y dispuso de manera eficaz y eficiente una partida de búsqueda y captura de nuevas reses para ambos, ofreciéndonos además su ayuda, materiales y conocimientos acerca de vallas irrompibles para que aquel asesinato no se volviese a repetir.


Aunque no lo creáis, tengo conciencia. Y una vocecita me repetía una y otra vez: Rizos, eres mala y te has cargado las vacas del vecino sin motivo alguno. Eres escoria. No te mereces a ese vecino tan amable.

Así que hice lo que tenía que hacer: me fui a Twitter y os lo conté. 
Y como os encantó mi historia y mi maldad inherente, me sugeristeis un blog para mis anécdotas jugonas donde anotar mis aventuras y liadas en los videojuegos, y así fue como nació Las Maté porque eran Mías.

Espero que os hayan gustado mis miserias, porque habrá más.





P.D: mi vecino, que es un cachondo, ha puesto un cartel encima de su redil que dice tal que así:


"Ola k ase, robando o ke ase?"  AY, SI ÉL SUPIERA. Vamos a ser grandes amigos.